jueves, 6 de febrero de 2020

Sauté

Se convirtió en un ser despreciable tan rápidamente que su entorno no tuvo tiempo de asimilarlo. 

Lo supo cuando vio chirriando en la sartén -entre trozos de cebolla y panceta- los riñoncitos de su hijo más pequeño.

sábado, 19 de enero de 2019

Tiene que explotar

Tiene que explotar
el corazón
la cabeza
la garrafa
algo debe prenderse fuego
para que esta mierda deje de doler
y mis ojos se abran
una mañana cualquiera
con vos trayendo el desayuno a la cama.

viernes, 7 de diciembre de 2018

Errores

Su vida fue una sucesión de constantes decisiones erróneas. Lo supo el día en que dejó de importarle que las cucarachas parieran sobre su almuerzo y se encontró solo, abrazando un celular que repetía, infinitamente, imágenes de viejos amores y viajes perdidos en la memoria.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Mates fríos

Sucederá. Inevitablemente llegará el final y es probable que, para ese entonces, vos ya no estés aquí. Los fogonazos de felicidad se habrán extinguido y no serán más que una manchita azul en el recuerdo.

Pero ahora estamos acá, envueltos en llanto, cebándonos mates fríos mientras intento explicarte que  no puedo responder a tus lágrimas. Porque es domingo. Porque es invierno. Porque  llueve.

martes, 6 de noviembre de 2018

Cine

Llegan con sus bufandas de  colores, sus boinas grises, sus atrasos, sus miedos. Se besan en la vereda mientras un tipo intenta violar la puerta de la sala con sus  anteojos. La escena se refleja en un  gran espejo y pienso que sería la  imagen perfecta para una comedia  francesa.

Mientras espero que abran la boletería termino mi café y decido escribirte. Te escribo para contarte que he comenzado a intentar  sonreír, que estoy aprendiendo a  resucitarme en los rincones oscuros de los bares y que sigo yendo solo a  nuestro cine.  

-Dos entradas por favor.

viernes, 26 de octubre de 2018

Madrugada

Ahora no hay  nada más  que este  momento  en el  que  venís y te acostás  a mi lado. Te abrazo  por  la  espalda deseando  que  no te vayas  nunca. Y aunque el amanecer  se encargue  de llevarte lejos  yo  sé  volveremos, porque el reencuentro será inevitable.   

Hasta entonces atesoraré esta madrugada de  año nuevo  y  me convenceré de que los  fuegos  que se encienden como el nuestro, están destinados  a  brillar  para siempre, aunque nos  volvamos  fogatas  iluminando cavernas  diferentes.

viernes, 19 de octubre de 2018

Veinte años no es nada

La  escena  es  así:  ella, desnuda, parada  frente vos.  Vos, con la camisa  a  medio desprender, acabás de  quedarte  sin palabras  y  te  estás dando cuenta que  esa  siesta va  a ser inolvidable. Entonces  suena  el  celular, te  avergüenza  el ringtone  infantil que le pusiste, pero no  podés apagarlo porque  tenés pánico de  que  ella  desaparezca  si dejás de mirarla. El aparato vuelve  a  sonar  y  en un arrebato de cobardía  salís corriendo a esconderte  de  la felicidad.

Nunca  más volvés  a  verla  y  durante  años no hacés otra  cosa que  recorrer,  cada noche, la sombra  de  su recuerdo. Te  inventás excusas absurdas para  justificar tu estupidez: que las cervezas fueron insuficientes para  derrotar  al miedo, que  no tuviste tiempo de amarla  o que  no supiste cómo hacerlo.

Cuestión que  veinte  años  después te  la encontrás  en la calle. Se  ve  más cansada, con menos sueños, pero igual de  hermosa.  Querés  hablarle, pedirle  perdón,  jurarle  que si pudieras volver el tiempo atrás no cometerías la  misma  idiotez. Ella se  acerca, quizás también te  ha  reconocido, tal vez  está controlando  las ganas de romperte la  nariz  de  una trompada  o a  lo mejor  ya  ni siquiera  le vales la  pena. Pasa  muy  cerca  tuyo,  notás que todavía  usa el mismo perfume,  y  antes de  darte  la  espalda  te sonríe, pero su  sonrisa  es una  lágrima.  Estas dejando pasar otra  chance. Por  segunda  vez  en tu vida  decidís huir de ella. Y  ya  nadie  puede  perdonarte.

El celular suena  por tercera  vez. Y volvés a  esa  siesta, a  verla  desnuda, con veinte  años menos, con tu camisa  a  medio desprender. No entendés absolutamente nada, pero sin titubear agarrás  el teléfono  y  apenas  girás  para  escaparte, una  pregunta te detiene  en seco  y  te hiela  la sangre: ¿y si esta  vez  te quedás?